Muchos peruanos están convencidos que en el Congreso ha recalado lo peor de la política nacional. Allí hay lobistas de vocación (los Niños), egocéntricos congénitos que actúan para sí mismos (ni siquiera abrazan una ideología partidaria), y también los desposeídos de moral que creen que es “normal” mocharle el sueldo a sus empleados para hacer “labor social” (con plata ajena).
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Este Congreso, en efecto, es el reflejo del fracaso político. El desprestigio de los partidos políticos ha hecho que incursionen personajes sin militancia que creen que todo se resuelve con dinero. El que paga más por su candidatura y ofrece muchas dádivas y plata en su campaña es el que gana una curul y allí intenta aplicar la misma estrategia para mantener su aceptación y popularidad.
Eso es lo que ha llevado a la crisis y a ver el Congreso como una herramienta para perpetuarse en el poder político. Las decisiones y leyes que este parlamento aprueba es un ejemplo de esa manipulación por intereses personales, gremiales y empresariales. El hábito de recortar el sueldo a sus trabajadores (ahora son 9 los descubiertos) es solo una muestra de esa falta de ética con que actúan.