La desabrida “Toma de Lima” no fue lo que esperaban los dirigentes más recalcitrantes de la izquierda radical. Ellos querían paralizar la capital; ansiaban contar con muchos detenidos, caos, heridos y, por supuesto, algunos muertos para justificar su mensaje de violencia y declarar con la fuerza de su razón a Dina Boluarte, “enemiga del pueblo” o asesina, como les encanta llamarla.
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No fue así. Para la derecha y el propio Gobierno, la promocionada marcha fue solo un berrinche más de la izquierda desorientada; sin embargo, tampoco puede el Gobierno sentirse ganador; mucho menos que la población apruebe complaciente el desempeño de una gestión que ha optado por la estrategia de la avestruz, ante la andanada de problemas que el país enfrenta.
Seguramente la presidenta y su gabinete respiren tranquilos hoy, pero no deben olvidar que los peruanos ya están empezando a sentir el enfriamiento de la economía, el desempleo, la inseguridad y la lentitud en la inversión pública y privada. Si quieren aguantar hasta el 2026, debe fijarse metas inmediatas, de lo contrario, seguirán con la cantaleta de la “Toma de Lima”.