El fallo del TC de restituirle el indulto que le otorgó PPK a Alberto Fujimori, ha reabierto viejas y dolorosas heridas, pero también ha reavivado el fuego de la controversia entre fujimoristas y antifujimoristas, justo en un momento en que los peruanos ya habían perdido su capacidad de asombro con los nuevos casos de corrupción del actual gobierno.
Es claro que la decisión del TC le cae como anillo al dedo a Pedro Castillo y sus huestes, pues mientras las calles se convierten en el escenario de la indignación antifujimorista, el gobierno tendrá tiempo para rearmar su estrategia de defensa antes de la presentación del presidente en el Congreso este 28 de marzo.
Igualmente, las investigaciones sobre supuestos actos de corrupción de los sobrinísimos y demás funcionarios públicos y ministros de PL pasarán a un segundo plano.
Fujimori se convierte así en el salvavidas providencial del gobierno de Castillo en un momento de crisis política en la que, ojalá, los peruanos no olviden que, si bien es importante la justicia y la sanción ejemplar, lo es también la gobernabilidad y la lucha coherente contra la corrupción, venga de donde venga.
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