Los peatones que transitan por las calles de Piura, con seguridad, se habrán sentido intimidados y atacados con alevosía por el insistente bocinazo de los conductores de motos, taxis y mototaxis, aficionados en los últimos años a prenderse del claxon de sus vehículos, creyendo en su supina ignorancia, que con ello conseguirán más pasajeros.
El problema es que la contaminación sonora que generan no solo les afecta directamente a ellos, sino también a todos los ciudadanos, tanto los que caminan y quieren subirlos en peso a sus vehículos a punta de bocinado, como a quienes viven o trabajan en la ciudad. El ruido vibra y hiere los tímpanos, pero también afecta peligrosamente el sistema nervioso.
El ruido incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares, produce insomnio, estrés, dificultad para el aprendizaje y la concentración e incluso afecta la memoria. En Piura hay una ordenanza municipal, pero parece que no saben que existe o no quieren aplicarla, tal parece, nos estamos acostumbrando a la informalidad, el caos y el desgobierno.
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