La gerencia o gestión ambiental de las empresas se debe enfocar desde una perspectiva de desarrollo sostenible, porque la conduce, en primera instancia, a actuar sobre los impactos ambientales, económicos y sociales generados por sus operaciones. En el caso de la gestión de impactos ambientales, esta debe nacer reconociendo las huellas ambientales, hídricas y ecológicas. Cada una contribuye con la definición de estrategias empresariales.
Esta gestión suele realizarse con una mirada hacia adentro, con el claro compromiso de administrar la huella ambiental, “apalancando” la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, entre ellos el CO2 y el metano. Sin embargo, también se requiere mirar el mercado de consumidores, principal fuente de generación de ingresos, y a la estructura de capital con fuentes de financiamiento. Existe un grupo de interés con una capacidad de presión sobre las operaciones de la empresa. En este escenario, la gerencia ambiental adquiere un rol protagónico que, a mi juicio, la lleva a una posición de liderazgo y que demanda capacidades y competencias.
Para desarrollar esta posición de liderazgo, hay que promover el conocimiento cabal de la naturaleza y los alcances de la gestión ambiental, así como estudiar los riesgos que conlleva un modo de producción no sostenible, como su impacto severo en el medioambiente y en la degradación de los recursos naturales. El mismo esfuerzo se requiere de todos los eslabones de la cadena de producción o, incluso, de toda la cadena del modelo de negocios. El compromiso con la sostenibilidad es de todos, hasta del consumidor final.
Una referencia de los modos de producción sostenibles, en el marco de una cadena de negocios, se observa en la producción del plástico ecológico PLA, no derivado del petróleo. Se elabora a base de plantas, como el maíz o la caña de azúcar, cultivadas bajo métodos sostenibles hasta llegar a un granulado de PLA, producto ecológico no contaminante que se usa para elaborar diversos productos para alimentos y equipos médicos, entre otros. Además, es reciclable, lo que contribuye con el abandono progresivo del plástico de un solo uso.
Adoptar modos de producción sostenibles implica operar bajo un enfoque de economía circular, centrado en la regeneración de los recursos naturales y la reducción de los niveles de contaminación, a la vez que se mantienen productos y materiales en uso de forma permanente. En pocas palabras: reducir, reciclar y reusar. La economía circular es un vehículo eficiente para el camino hacia la sostenibilidad.