Han pasado ya 4 años de los problemas ocurridos en un período muy pequeño del año 2017, por las lluvias e inundaciones. Se trataron de corregir inventando nuevos medios y creándose entidades y fondos que se iniciaron en Lima y se extendieron por toda la costa afectada, con los resultados desastrosos que hemos tenido que ver a lo largo de estos años. Ejemplo: en pocos meses se gastó más de 1.000 millones de soles (En Piura 400 millones) en lo que llamaron desarenamiento de los cauces y marcó el inicio de los desastres económicos que poco a poco se hicieron. Se ha cambiado varias veces la cabeza de estos grupos, pero ha quedado demostrado que lo que se necesita cambiar no son las personas sino los sistemas.
Ahora que terminan las elecciones, cualquiera sean los resultados, y que la pandemia se va haciendo parte de nuestras vidas, tenemos que pensar qué hacer si queremos que Piura tome nuevamente el lugar que le corresponde, pues aparentemente nadie sabe cuál es el camino a tomar. Se tiene que ver cómo y en qué debemos emplear los fondos -sin usar- que se nos ha destinado.
Es indudable que lo que se debe hacer primero es un recuento de las obras iniciadas y no terminadas (que son todas) y proceder a su culminación de la mejor manera y en el menor tiempo posible. Será necesario establecer modos y sistemas que permitan arreglar rápidamente los problemas creados por las empresas, de dos por medio, que se hicieron cargo de ellas. La Contraloría tiene que ayudar y no poner trabas.
El plan de trabajo, que ya no debe llamarse de reconstrucción, deberá hacerse recurriendo a las entidades públicas y privadas de importancia, para diseñar el modo de inversión y las obras indispensables pensando siempre en su necesidad, en la utilización de la mano de obra y en su recuperación económica. El Gobierno Regional debe pertenecer a este grupo, pero, por el bien de todos, no debe ser la cabeza.