La muerte, para Schopenhauer, era “el genio inspirador” de la humanidad. La idea de morir resulta tan abrumadora que nos aferramos a cualquier esperanza que alargue nuestra vida terrena finita o infinitamente; el irreconciliable hastió de la nada a la que nos enfrentamos con la muerte, obnubila nuestros más profundos sentimientos y destruye la serenidad que nos deja la vida cotidiana.
La peste negra ha sido una de las enfermedades que más nos ha aterrado, por las devastadoras cifras de mortalidad o, tal vez, porque en su momento, no se llegaba a comprender las razones de su existencia. Ello llevo a la sociedad y a la incipiente organización política-religiosa a buscar soluciones recurriendo a métodos ortodoxos como la inquisición, atribuyendo la desgracia de la enfermedad a la existencia de brujas, que fueron las sindicadas en muchos momentos como las responsables de la peste.
Unos siglos mas tarde sabemos que la peste negra era causada por la bacteria yersinia pestis y que los entes portadores no eran las brujas sino los roedores. Lo positivo de los avances de la medicina es que, frente a una nueva enfermedad, ya no imputamos responsabilidad a causas místicas o divinas, sino que sabemos que estas se producen por algún virus, batería o por deficiencia en la carga genética.
No obstante, conocer las causas siempre la mitigación será un reto, pero también una excelente oportunidad en términos políticos y sociales, de control de la población y sus actividades. El contexto político actual no es nuevo en la historia de la humanidad, como otras tantas cosas, ya ha sido pensado, Foucault señalaba que “este espacio cerrado, recortado, vigilado, en todos sus puntos, en el que los individuos están insertos en un lugar fijo, […] en el que cada individuo está constantemente localizado y distribuido entre los vivos, los enfermos y los muertos, todo esto constituye un modelo compacto del dispositivo disciplinario”.
Poder disciplinario que no se aplica a todos por igual. El control de las enfermedades es selectivo, la tasa actual de mortandad del covid-19, ronda el 3%, no obstante, por año muere alrededor de 40% de infectados por VIH, otras enfermedades como el ébola, el dengue y el paludismo, también tienen tasas significativas de mortalidad, pero lo que diferencia la alarma y preocupación de los gobiernos por una u otra enfermedad, es la población pasible de contagio.