Tres policías detenidos por estar presumiblemente vinculados a una poderosa organización criminal culpable de extorsionar a empresarios pesqueros en Sechura, y que vivían como millonarios. Un alcalde y sus funcionarios cercanos (Paita) enviado a prisión por creer que el dinero municipal era para sus gastos personales; y un fiscalizador de la MPP atrapado in fraganti cobrado coimas a los transportistas, son solo tres casos en esta semana que deja la sensación que la corrupción es un problema de salud pública en el país.
En efecto, la lista de casos de coimeros, corruptos, infractores, etc., es infinita y no se acabará hoy o porque envían a uno o dos a prisión. Este problema, que solo el año pasado le ha costado al Perú la pérdida de más de 23 mil 297 millones, tiene sus raíces en la persona misma y la familia; en la fortaleza de sus valores y principios según lo sustenta Proética.
Lo preocupante es que esa debilidad o carencia de valores y principios se ve estimulada casi siempre por un sistema de justicia débil y con altos niveles de corrupción que recurre a la ‘leguleyada” y la lentitud del proceso para premiar con la impunidad a los infractores poderosos o con dinero.