A pesar de tener dos reservorios, como no los tienen ninguna otra región en el país, Piura sigue padeciendo por agua cada año.
Si hay en abundancia, esta se bota y se evapora en la laguna La Niña.
En años secos, como el actual, es cuando los agricultores se miran las caras y exigen abrir compuertas para irrigar miles de hectáreas informales de arroz que se siembran en los cinco valles productivos.
Se habla hasta el cansancio sobre la propuesta de reservorios satélites en Vilcazán; San Francisco, La Golondrina y La Peñita, como alternativas para almacenar algo más de los 6 MMC que generan las lluvias cada año, y de paso regular volúmenes de agua del río Piura, pero nada.
Los expedientes siguen encarpetados, mientras todos proponen botar el agua directamente al mar.
Un ingeniero israelí que visitó esta región el 2019, quedó maravillado por el potencial agrícola de Piura, los volúmenes de agua que tenemos, pero que -quizás porque no sabemos hacer las cosas o por politiqueros-, la arrojamos al desierto, cuando ellos, en su propio desierto han logrado que su agricultura represente el 2.5% de su PBI y cubrir el 95% de su demanda interna… con casi nada de agua.