La crisis y las marchas han dejado muchas lecciones que las agrupaciones políticas tradicionales deberían analizar para adaptarse a los cambios que la población exige.
Y lo que se exige en las calles es el cambio de sistema, de la forma de hacer política. Los jóvenes no han salido a defender a personas, ni siquiera a un presidente, sino a protestar por aquellos legisladores que intentan imponer agenda e intereses particulares por encima del interés de todo un país.
No es difícil deducir que los grandes perdedores con esta crisis -que ellos mismos han generado-, son los políticos y sus partidos, que obnubilados por repartirse el poder no entendieron el daño que le hacían a sus propias agrupaciones; además, pensaron que los peruanos eran tontos y que aguataban todo lo que ellos planificaban detrás de bambalinas.
Ojalá que con esta tensa calma obtenida con la elección de Francisco Sagasti, el Congreso se aboque a su tarea legislativa transitoria y resuelva asuntos urgentes como la reforma electoral o la ley de presupuesto; dejando de lado los temas polémicos como la elección de los miembros del TC o el sistema bicameral que debería tratar el próximo Congreso.