Pedro Castillo y su consejo de ministros deben sentirse heridos y acorralados luego de recibir ayer dos palizas en un mismo día.
En horas de la mañana la Mesa Directiva del Congreso le rechazó de plano, como ya se preveía, la “cuestión de confianza” presentada con altanería y en tono de amenaza la semana pasada por el premier Aníbal Torres.
Horas más tarde, el TC declaró infundada la demanda del Ejecutivo contra la ley 31399, que establece que todo referendo debe pasar por el Congreso, tal y como se establece en la Constitución.
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Es decir, Castillo y su corte de izquierda no puede llamar a referendo si este no es aprobado por el Congreso, por tanto, su sueño de la manoseada asamblea constituyente para cambiar la Constitución se queda solo en un anhelo.
La renuncia del premier Torres en horas de la noche completó la paliza para Castillo que se queda sin su paladín incondicional, pero a su vez se abre paso a un panorama incierto en el que se especula o interpreta que con esa renuncia se ha gatillado una bala de plata.
Lo cierto es que Castillo se empecina en el enfrentamiento con una clara intención: disolver al Congreso.
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