Con la convicción de que seguir el partido, sentados cómodamente en nuestros hogares, para relajarnos, iba a mitigar en algo el obligado encierro para no contagiarnos de este Bascunñanvirus-COVID 19, Pero nos fregaron la vida.
Indignante y generador de repudio por un venal arbitraje, el día martes 12 de octubre de 2020 entre los seleccionados de Perú-Brasil, que a todas luces favoreció a los bailadores de samba. Que me disculpen la gente digna y decente del hermano pueblo chileno. Pero su compatriota Bascunñanvirus-COVID 19, desprestigió la condición de la dignidad y la decencia de los chilenos. Fue evidente. Como dicen mis paisanos chulucanenses, estaba “compatao”. ¿Con quién…? Con la selección chilena. A toda costa para ellos debería ganar Brasil y así ir preparando el camino para clasificar a su alicaída selección mapuche haciendo perder valiosos puntos a los peruanos.
Comprender el fútbol, como deporte, en un mundo de corrupción es complejo. Al fútbol, como cualquier actividad en toda sociedad, debemos entenderlo desde un contexto económico, político y social.
1. Económico: administrar un equipo implica fuertes inversiones. Es una fuente de grandes ganancias por auspicios multimillonarios de la radio, TV, empresas, casas de apuestas, lavado de activos del narcotráfico y de dineros ilegales por criminales que utilizan el deporte en general.
2. Político: Hagamos memoria cuando el dictador Morales Bermúdez, en la década de los 70, se metió al campo deportivo y se puso la camiseta peruana por su triunfo. Todos los políticos utilizan el deporte para sus propios intereses. Y no dudemos que entre gobernantes se ponen de acuerdo para decidir quién gana. ¡Sí, señor!
3. Social: En la mentalidad y el imaginario de los pueblos está arraigado ese amor por sus equipos y mucho más por su selección. Pues allí se olvida las hinchadas y se torna una, el Perú.
Estimados compatriotas, estamos ante un deporte que moviliza masas, que despierta pasiones, que relaja, que incita al fastidio cuando hay injusticias, no sólo por los malos arbitrajes, sino por los corruptos dirigentes que acaban en la cárcel. Es decir, existen mafias en este maravilloso deporte. Y debemos entender que al interior de las barras, como expresión de identidad con los equipos, se infiltran mafias de las drogas y el alcohol y la delincuencia. ¡No lo permitamos! Comprendido esto, nos queda no conformarnos; denunciemos ante las instancias superiores: FIFA, Conmebol, etc. estos delitos de corrupción.