El país está hoy paralizado y polarizado entre la izquierda y la derecha; ricos y pobres; abusivos y opresores; empresarios y proletariado… por lo menos esa es la narrativa entre los manifestantes que han tomado las calles.
Y parte de esta polarización ha sido alimentada insistentemente por dos personajes nocivos para el país: Aníbal Torres y Pedro Castillo.
El expremier no escatimó bilis en su mensaje clasista y racista, “Mírense al espejo, quiénes somos. Y por eso nos desprecian. Por eso nos han relegado”, era la retórica insistente que coronaba en sus presentaciones en provincias hasta donde llegó con sus consejos de ministros descentralizados. En sus mensajes incluía “ríos de sangre”. Pedro Castillo no se quedaba atrás con su victimización de “humilde maestro a quien no le perdonan haber ganado una elección popular”.
Es este mensaje el que ha ido calando en la población descontenta por el descuido del Estado y que es justa su protesta en las calles, pero de eso se aprovecha la izquierda extremista para direccionar ese descontento a la destrucción de la infraestructura pública y lo más irónico, el gobierno responde a esa barbarie aún con timidez.
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