Dos grupos están empecinados en debilitar más al Gobierno de transición: los radicales de izquierda y el populismo de todos los colores. Hasta ahora, los últimos han logrado mucho más (“liberar” la ONP es su mayor triunfo) a costa de un presidente interino y un equipo ministerial que todavía no encuentran aquel punto de base sobre el cual erigir su gestión. La izquierda, en tanto, podría ganar espacio si no se impone pronto el principio de autoridad. ¿Podrá un gobierno nacido de las protestas contener a las manifestaciones que hoy lo acorralan?
Imponer el principio de autoridad no consiste únicamente en desbloquear las carreteras -aunque esto es totalmente necesario para reintroducir el diálogo como medida de solución-; imponer el principio de autoridad es también brindar confianza. La confianza es hija de la fuerza; si el Gobierno de Francisco Sagasti no se fortalece mediante la acción impositiva de la ley, pronto caeremos en el caos. En tiempos de pandemia, ante la posibilidad de un peligroso rebrote, no es inteligente dejar al país a su suerte o en manos de quienes azuzan legítimos descontentos sociales y los convierten en inoportunas mareas rojas. Cuando la caja fiscal está a punto de ser dilapidada por un Congreso dominado por consignas electoreras y por fraudulentas poses redentoras, es necesario que el Gobierno legalmente establecido tenga la última palabra.
Los ánimos del país deberían estar enfocados al fortalecimiento de las instituciones, pero el Gobierno falla a la hora de instar a la población a este cometido colectivo. No brinda garantías, no establece nexos de confianza. Cuando decimos que solo de la fuerza vendrá el favor del pueblo nos referimos a que es necesario que este Gobierno tome decisiones, que sean todas encaminadas a proteger el patrimonio político de las manos de aventureros de la política, que se asegure la transición y las elecciones con respuestas contundentes amparadas por la ley.
Por otro lado, las bancadas populistas (Podemos, APP, Frepap, Fuerza Popular, Somos Perú, etc.) y la izquierda fascistoide que todavía cree en la violencia se equivocan al pensar que conseguirán el favor del país jugando a cuál es el movimiento o rostro más radical. Nuestra patria se encamina al Bicentenario con profunda vocación de mejora y no pactará con la ruina.