La complejidad de la crisis política y de gobenabilidad que se vive en el país es tal que estamos ante dos tipos de protestas: una pacífica y otra criminal.
En ambos casos sin líderes visibles para dialogar y llegar a acuerdos con el Gobierno y evitar, además, que la agenda -los reclamos- sigan variando y decantándose en el camino.
Si bien cada vez son más los peruanos que se suman a las manifestaciones, no todos lo hacen de manera pacífica.
Como es conocido, en algunas regiones, principalmente en el sur, hay delincuentes que han destruido irracionalmente las ambulancias, incendiado patrulleros, viviendas e instalaciones públicas.
A su vez, del lado de la Policía hay respuesta represiva legal con cientos de detenciones.
Hasta allí todo es legal y dentro del Estado de derecho.
El problema surge cuando la Policía reprime violentamente a las manifestaciones pacíficas; y cuando los manifestantes son abiertamente violentos y son reprimidos por policías y/o militares que, igualmente violentos, solo responden con balazos.
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Respecto a la agenda de las movilizaciones es curioso que el pedido para que liberen a Castillo haya desaparecido; mientras que la exigencia de una Asamblea Constituyente sigue presente entre las consignas pero se está debilitando; la consigna del cierre del Congreso (o Elecciones 2023) es contundente; también el pedido de que renuncie la presidenta.
Sobre esto último, muchos de los que lo piden no son concientes de que -si eso ocurre-, la crisis no terminará, por el contrario se agravará porque el país ingresaría en una especie de dimensión desconocida, donde uno de los escenarios podría ser que gobierne José Williams o que se cambie la Mesa Directiva del Congreso y se elija a uno o más presidenciables de consenso para hacerse cargo de la transición y de continuar con el proceso de adelanto de elecciones.
El otro posible escenario es que los sectores radicales de la izquierda (incluido el Fenatep, Movadef, los antimineros, cocaleros y prosenderistas) aprovechen el caos para imponer su cantaleta de la Asamblea Constituyente, para ellos la varita mágica que traerá la paz y la solución a todos los males del Perú.
Cuidado. Esto sí que sería una reanudación del intento de establecer un modelo autoritario, con un “Gobierno de excepción” tal como pretendió Castillo con su autogolpe.
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