En realidad, el país está asustado, está deseando no tener que elegir entre un “mal menor”, y ello caldea los ánimos.
Sin embargo, la violencia en campaña no se puede permitir: pedir la muerte del comunismo, un sistema con una tremenda mochila de víctimas a sus espaldas, no está mal. El problema ocurre cuando pasamos de querer matar a la ideologías a querer matar a las personas.
El reclamo de la ciudadanía es frente al extremismo de una izquierda que promete el paraíso y termina instalando el infierno de la tiranía, pero no podemos caer en el otro extremo, el de pedir muertes porque eso no es política, sino su negación, la barbarie. Precisamente, llama la atención que la expresión venga de una persona que siempre se ha identificado como “próvida”, pero es que esto es de manual: terminadas las candidaturas, todos decimos por fin lo que en verdad pensamos.
Lo que corresponde ahora es que el Jurado Nacional de Elecciones y los organismos competentes intervengan para garantizar que estos comicios del Bicentenario se lleven en paz. La violencia –el propio terrorismo de izquierda que costó millones de vidas en los ochenta y noventa- es prueba de que no podemos construir un país sobre la violencia, sino sobre el diálogo, sobre el reconocimiento de las virtudes ajenas, el consenso y la democracia, entendida ésta como libertad de participación con respeto por la libertad del otro.
No fabriquemos más violencia en el país. Sabemos la amenaza que representan Pedro Castillo y Vladimir Cerrón para la economía, incluso la de pequeña actividad, pero actuemos distinto; no pidamos la muerte; pidamos la vida, edifiquemos una cultura de respeto en que el intercambio de pareceres sea claro, contundente, pero constructivo.
Esperamos que las instituciones involucradas en el desarrollo de las actividades electorales tengan una posición clara de no permitir que la violencia se convierta en el discurso de quienes perdieron las elecciones ni se vuelva una costumbre retórica exigir el exterminio. Se puede combatir a muerte a una idea –como el comunismo de Cerrón y compañía-, pero la democracia no puede pedir sus eliminaciones físicas. Eso nos recuerda a los tiempos amargos de Sendero, el MRTA y a los extremismos de izquierda o derecha que han hecho tanto mal al mundo. Sumémonos a la modernidad, seamos más democráticos y sobrios a la hora de hablar.