Se ha generado un debate sobre el curso de Religión en el sistema educativo peruano. Recordemos que existe la firma del concordato entre el papa Juan Pablo II y el expresidente de facto Francisco Morales Bermúdez en 1980 y que en uno de los acuerdos se precisa que el Estado peruano está obligado a incluir el curso de religión católica como materia ordinaria.
Muchos consideran que no debe estar en el plan de estudios. Ciertos “especialistas” hasta consideraron que no se incluyan materias como Filosofía, Ética, Sociología y todo lo que tenga que ver con formar integralmente al estudiante. Craso error.
Con pretensiones por demás pragmáticas y postmodernas, hemos sido testigos de que en ciertas “universidades”, correctamente no licenciadas, se programaban hasta tres ciclos al año con el propósito de egresar “profesionales” en tres años y medio. ¡Sí, señores! Por supuesto, con un plan de estudios “chicha” en el que no incluyen la formación humana.
La concepción de globalización, con una práctica eminentemente neoliberal, da las pautas para producir mecánicamente “profesionales” como objetos que servirán con el menor costo beneficio a las empresas. Es la realidad.
Considero pertinente tomar posición sobre este debate, teniendo en cuenta el gran mensaje que nos heredó Albert Einstein:
• “La física, la religión, la poesía o las matemáticas son hermanas que deben aprender a convivir”.
• “La religión no podría progresar sin la ciencia, y viceversa”.
• “Dios nunca aplicó el azar para crear la humanidad”.
Sólo una buena educación de calidad contribuiría a acabar con la pobreza, ignorancia y subdesarrollo que nos caracteriza como sociedad peruana.
Más que un simple curso, Religión debe considerarse una experiencia educativa que forje futuros hombres pensantes, reflexivos de acuerdo a nuestra fe en concordancia con los signos de los tiempos.