La SARS-Cov-2, de la noche a la mañana, nos cambió usos y costumbres sociales. Ha hecho que 1,215 millones de escolares y universitarios en todo el mundo hayan interrumpido su preparación académica presencial.
En Perú va cuatro meses paralizada la educación, a todo nivel y tiene para más, debido a la prevalencia y recurrencia de la pandemia, no siendo recomendable la vuelta a la educación presencial. Ante eso hay que maximizar el cambio a la educación a distancia, reorientando el modelo educativo nacional.
Lo primero, es evitar que la brecha digital existente -más aún con el proceso de compra anulado del millón de tablets-, ahonde la brecha social y cultural, de nuestros niños y adolescentes, con el riesgo de agudizar la desigualdad ciudadana y la correspondiente exclusión social en ese su derecho educativo emancipador.
Los especialistas más se preocupan por la evaluación de los alumnos, antes que el daño moral emergente de ellos.
Un acápite, para reconocer al profesorado peruano, que se comporta de manera ejemplar, a pesar de la tensión vivida y la falta de capacitación en Tecnologías de Información y Comunicación, que los coloca en desventaja frente a sus pupilos “nativos digitales”.
El MINEDU en la necesidad de “construcción de cierta normalidad educativa”, vía plataforma en línea, con su Programa Aprendo en Casa, yerra al pretender que el acompañamiento de la educación a distancia, mantenga la lógica de la cobertura curricular con evaluación sumativa obsoleta, antes que juzgativa en los hogares-escuela, ahora polifuncionales. Se requiere construir un modelo de educación a distancia, en el enfoque de priorización, con núcleos curriculares esenciales, relevantes y adecuados, en visión integradora Sociedad, Economía y Ambiente (Modelo SEA), para la consecución del bienestar social comunitario. El modelo SEA, no es cuestión de cantidad sino de calidad, comprendiendo competencias de Ciencias Sociales, Naturales y Humanidades,incluido el arte.
El soporte del modelo SEA, son las disciplinas tradicionales, con nuevos contenidos. La primera prioridad del modelo debe pasar, por fortalecer la Educación Básica. Lamentable ella responde, a una currícula nacional única, no correspondiente con la heterogeneidad ambiental del Perú. Otra prioridad debiera ser el entendimiento y conciencia pública, para la construcción de ciudadanía letrada y responsable, clave para fortalecer la salud pública, tan necesaria para detener las epidemias.