Puede que a no todos les ocurra, sentir los domingos por la tarde particularmente insufribles, depresivos, de pesadilla. A otros a lo mejor no tanto y tal vez a algunos les dé igual sentir lo mismo y se guarden, más bien, esas tardes de domingo para almorzar fuera de casa, para la visita familiar o para salir de paseo fuera de la ciudad, a cualquier lugar cercano con algún atractivo que justifique esas escapadas a manera de pícnic.
Cuando Piura no era la ciudad que es ahora, sus cines -el Variedades, el Teatro Municipal, el Sol, el Ramón Castilla y el San José- galvanizaban la molicie de esas tardes prometiendo, para cerrar aquellos domingos del carajo, algo de entretenimiento. Primero con las matinés para los chicos y, luego, con las funciones de vermuth y noche para los adultos.
Los chifas de la calle Huancavelica eran la parada, casi obligada, para la del estribo, no en el sentido que esta frase tiene -la de la última copa de una reunión social o de tertulia-, sino, estirándola un poco, para darle este otro significado. De que allí, en esos chifas, cualquier de los dos que habían entonces en Piura, acuérdense del Oriental, nunca, a esa hora, caía mal, camino a casa y de vuelta del cine, un arrocito chaufa o una sopita wantán, aunque sea al paso o a la carrerita por la hora, como decían las abuelitas de antes. El lunes había que trabajar y estar de pie temprano.
Bueno, eso ocurría en la Piura de antes, pero igual. Los domingos por las tardes nunca han dejado de ser deprimentes para mucha gente. Hace años escribí otra nota parecida a esta. Publicada, recuerdo haberme encontrado, luego, con Manolo Rosas. Él, por esos días, había regresado de España y me comentó que igual de sombríos eran las tardes de los domingos allá. Creo que me hablaba de Madrid.
Y me acordaba nuevamente de esto leyendo el segundo volumen de las antimemorias de Alfredo Bryce Echenique. Allí, en “Permiso para sentir”, página 478, me encontré con esta frase que copio textualmente: “Cómo será. El cable les permite (a nuestros compatriotas en el extranjero) ver fútbol peruano, que con su cervecita, con su latita de cuzqueñita y su picantito, parece menos malo (estar allá), menos triste, menos domingo por la tarde…”. Ven. Así son de iguales los domingos por la tarde en todas partes. Y uno que pensaba que sólo acá nomás.