Un colega universitario me remite el video donde unos jóvenes de la PUCP muestran los resultados de su investigación sobre el estado de la felicidad en el Perú. Terminaron demostrando que, en el Perú, la infelicidad es mayoritaria; salvo en ciertas comunidades rurales de la sierra y de la selva. Luego de pensarlo un momento, llegué a la conclusión provisoria de que la infelicidad quizá sea el costo que debemos pagar por el desarrollo de la civilización que denominamos occidental y cristiana.
El tema de la infelicidad está en gran cantidad de valses piuranos, así como en la letra de canciones chicheras peruanas. También encontramos el tema de la infelicidad en canciones de Leonardo Favio, de Alberto Cortez, o de grupos como Los Iracundos o Los Doltons. También hay mucha temática de la infelicidad en canciones de la Nueva Trova o en el rock hispano de Los Prisioneros, donde la infelicidad ya no es solo personal sino social.
Para quienes piensan, traumados como están por sus libros y videos de autoayuda, que la infelicidad es un tema de parásitos y desocupados, conviene recordar algunos hitos históricos con nombres que, si los conocen, no les serán despreciables.
Según Sófocles la felicidad solo es posible en el estado de inconsciencia, dado que solo ahí es factible escapar de la realidad material y social que nos imposibilita la realización de nuestros deseos. Aristóteles decía que la felicidad no es un objetivo realizable, puesto que no puede ser permanente, lo cual implica precisamente infelicidad.
El placer no puede ser disfrutado plenamente cuando conocemos que tiene límites. Séneca predicaba que nunca podemos ser felices porque para serlo se requiere sabiduría y la sabiduría se adquiere con la edad, pero morimos prontamente. Arthur Schopenhauer reconoce que cuando nacemos estamos llenos de aspiraciones al goce e ilusiones y buscamos la felicidad, pero llega el momento en que la experiencia nos demuestra que se trataba de una quimera. La infelicidad en forma de angustia está en Soren Kierkegaard. Los filósofos literatos franceses Jean Paul Sartre y Albert Camus, representantes del existencialismo del sigo XX, nos enseñaron que la sociedad impide la realización plena del ser humano, condenándolo así a la infelicidad.
El tema de la infelicidad es milenario, pero nuestra actitud posmoderna debe orientarse en la búsqueda de la equidad y la tolerancia, social, económica, cultural, política y religiosa.
Quizá entonces no sean tan utópico hablar de la felicidad.