La designación de Betssy Chávez como premier ha sido una provocación al Congreso y a los peruanos, pues no tiene méritos, experiencia ni la solvencia moral para un cargo de tanta responsabilidad, salvo su vocación de escudera irascible de Pedro Castillo.
Otra representante de nuestra folclórica política es Heidy Juárez, acusada de “topo” por grabar a sus confiados colegas y por camuflarse de entusiasta opositora de Castillo a quien, a través de sus redes, pedía su cabeza y vacancia.
Ambos casos deja una lectura de la catadura moral de quienes “hacen política” y representan a los peruanos en el Congreso u otros poderes del Estado; pues son la viva representación de la viveza, hipocresía, la deslealtad y el oportunismo por encima de cualquier principio moral o ideológico.
Quizás hayan buenas personas en esa fauna variopinta que hoy dicen “representar al pueblo”, pero son escasos, la mayoría son egocéntricos, codiciosos y egoístas, atentos a cualquier oportunidad que se les presente para auparse al poder. Decía el escritor Louis Dumur, el político “aplica el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”.
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