Si no conocen el Cuzco tampoco se resignen a no conocerlo y, si algún día van, aprovechen esa visita para ir también a Oropesa, un distrito que no está muy lejos de la ciudad imperial -también considerada como el ombligo del mundo- y paséenlo de arriba a abajo y de abajo a arriba, como dice la letra de esta canción de Willy Gonzáles: “Morir en tu piel”.
Oropesa promete muchas sorpresas, pero de todas ellas ninguna comparable a esa que la ha convertido en la “Capital Nacional del Pan”. Que es la sorpresa mayor, digamos. Como digamos también que ese título de “Capital Nacional del Pan” tampoco se lo ha regalado gratuitamente nadie. A ver, qué otro lugar hay en Perú donde el 77% de su población se dedique sólo a hacer pan. No hay. Sólo en Oropesa. Un pueblo pequeño de apenas 6,600 habitantes.
¿Y saben cuántos hornos, de los artesanales, arden aquí, todos los días, sin descanso, mañana, tarde y noche? Censados, 83. Y está comprobado que tampoco existe otro pueblo, en el mundo, con una cantidad igual de crisoles para dorar, en ellos, la masa de harina antes trabajada y convertida en ese pan nuestro de cada día. Y de las innumerables variedades de pan que se cuecen, aquí, en Oropesa, el pan chuta sobresale. Es así de grande, como un plato llano o pando.
Preguntarán ustedes: ¿Y a qué viene todo esto? No por casualidad, desde luego. No olviden ese apotegma que dice que nada ocurre por casualidad en la vida. Nada y sigamos. Después de la visita que nos hizo el Niño Costero en el 2017 -una visita imposible de olvidar por las terribles secuelas que éste dejó con sus lluvias- cientos de familias, sumidas en la tristeza y su desamparo, clamaban por ayuda. Gentes de buen corazón, que nunca faltan en algún rincón de este país, extendieron sus manos para hacerles llegar ese socorro.
Falta añadir que Oropesa es un distrito de la provincia cuzqueña de Quispicanchi y que de Piura hasta allá hay como una eternidad de distancia. Lo bueno es saber y comprobar que, para la solidaridad como para el amor y en eso se parecen ambos sentimientos, no existen fronteras ni lejanías que les impidan volar raudos hasta su destino. Arriban nomás
A donde quiero parar es aquí. Para decir que los oropesanos, en aquellas horas difíciles para miles de familias piuranas, también abrieron sus corazones para ellas. Se hicieron presentes con lo más valioso de sus vidas cotidianas: su pan. Cientos de unidades de ese pan suyo, con el pan chuta por delante llegaron hasta acá.