Si repasamos nuestra historia piurana, hemos vivido situaciones de alarmas de salud, que nos han llevado a tomar drásticas medidas de emergencia. Y -ante el lógico temor-las acompañamos de rogativas en busca de la protección divina, la esperanza y la tranquilidad. Citemos algunas.
A tan solo dos años de fundada San Miguel de Piura, en Tangarará, las abundantes legañas, la infección a los ojos con intensos dolores y la plaga de los miles de “lamelojos” (mosquitos), corrieron de allí al más parado soldado europeo. No pararon hasta llegar a Monte de los Padres, en Morropón. Aquí el mal de ojos se presentó nuevamente. A esto, se sumaron las nubes de zancudos, procedentes de los charcos y lagunas formadas tras cada inundación de los ríos o caídas de lluvias. ¿Malaria, paludismo o terciana? El hecho es que una vez más huyen los piuranos hacia tierras sanas. Cuando en 1588 los piuranos llegan al cuarto asiento -donde hoy vivimos-, al trazar la nueva Piura, alrededor de la Plaza de Armas, se marcó el solar para el Hospital de Santa Ana que hacia 1678 fue entregado a la Orden de los Betlemitas. De entonces nos empeñamos en recordarlo como Hospital de Belén.
Entre 1800 a 1820 hubo al menos seis brotes de epidemia de viruelas con alta mortalidad a nivel mundial. En 1806, por orden del rey de España, llega a Piura la Real Expedición Filantrópica marítima –que iba recorriendo todo el virreinato- promocionando el uso de la Vacuna contra la Viruela. Cuando la expedición llegó a Piura, no hubo modo de que alguien la acepte. En 1815 una carta a Don Tomás Dieguez sobre la viruela entre los sechuranos se lee: “y los párvulos morían como chinches…, de la peste no se escapó ni el cura…”.
De 1821 a 1824, el Ejército Virreinal diezmó producto de la malaria y la disentería. Y como las epidemias atacan a todos por el mismo rasero, al Ejército Expedicionario Libertador del Perú -compuesto por chilenos, bonaerenses e ingleses – les dio de todo. Fue atacado por el tifus exantemático, la verruga peruana y la disentería. Recordemos que estas naves libertarias merodearon nuestro litoral de arriba abajo. Paita y Sechura fueron “visitados” por sus soldados en diversas ocasiones. ¿Quién contagió a quién? Cuando en 1851 se presentan en todo Piura brotes de fiebre amarilla procedentes de Panamá, son Paita y Sechura los de mayor mortandad. Y… a poquísimo de cumplir sus 59 años, el 23 de noviembre de 1856, Manuelita Sáenz, en Paita, muere de la epidemia de la difteria. Los paiteños para evitar el contagio, queman su cuerpo y su vivienda.