La experiencia de cuatro años de gobierno de Donald Trump, más que aciertos ha dejado profundas huellas de dolor en los inmigrantes, que de alguna manera han sido protagonistas, como fuerza laboral, para el desarrollo del país del norte. Su autoritarismo y falta de sensibilidad social ha contribuido en la separación de familias y la no posibilidad de niños en ver a sus padres. Su delirio en ver al inmigrante como delincuente, narcotraficante lo cegó, se equivocó.
Martin Luther King Jr. se sentiría indignado al evidenciar que EE. UU. tiene un presidente que aviva el odio, la discriminación contra los negros. Las protestas por las muertes de George Floyd, Breonna Taylor y otros negros, fueron claras muestras de repudio al racismo de Trump.
Los problemas por corrupción no dejaron de estar presentes en este gobierno del presidente Trump, corrupción que comprometió a su más cercanos colaboradores y asesores.
Su actitud “autosuficiente” para subestimar el COVID-19. Allí están los más de 5’700.000 infectados y más de 178.000 muertos. Esto es una tragedia que lo compromete, Sr. Trump, y que la historia se encargará de testimoniar el grave daño que le hizo a su nación.
Su actitud autoritaria, machista, sexista ha sido denunciada.
No sigo. Por esto y mucho más, hasta el último momento somos muchos los que esperábamos que desde las urnas no se le permita volver a la Casa Blanca como presidente y que Joe Biden (si lograba la victoria) no siga malos ejemplos.
Ayer martes 3 de noviembre de 2020 fue un día histórico para el pueblo estadounidense. Recordemos que en EE.UU., para elegir al nuevo presidente, “el voto popular cuenta sólo para elegir a los delegados electorales en cada Estado. Así entonces, los más de 60 millones de estadounidenses ya votaron de forma anticipada y cerca de 200 millones lo harían ayer por delegados electorales que elegirán por ellos al próximo presidente. De un total de 538 votos electorales que se eligen en los 50 estados, con 270 votos, tienen nuevo presidente.