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Un psicópata en la Casa Blanca
enero 12, 2021
Autor: Victor Palacios

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La opinión que muchos congresistas y senadores de la nueva mayoría norteamericana han expresado sobre el todavía presidente de su país es que ha perdido la cabeza o, como normalmente se dice, se le ha ido la olla. Otros menos benevolentes le han tachado de traidor y terrorista, calificativos que de prosperar acarrearían serios problemas judiciales para quien los recibe. Pero los hechos del día de Reyes en Washington no son solo ni primordialmente el resultado de la llegada al poder de un payaso enloquecido. Trump no es tanto la causa del deterioro político y moral de la sociedad que preside como su consecuencia.

No se puede olvidar que tuvo 74 millones de votos en las pasadas elecciones. Al igual que en los tiempos del fascismo, la polarización y el enfrentamiento que él mismo ha azuzado se derivan, en gran medida, del fracaso de un sistema abandonado desde hace décadas a las fuerzas del mercado, y negligente en la defensa del Estado de derecho y el imperio de la ley. Estas enfermedades de la democracia no son exclusivas de aquel país. Las venimos padeciendo en Europa y otras latitudes. De la capacidad que tengan los dirigentes para procurar su sanación depende en gran medida el futuro inmediato de nuestras sociedades.

De la inestabilidad mental y la zafiedad del comportamiento del individuo en cuestión tenía noticia el electorado mucho antes incluso de que se presentara a las primarias de su partido. Son memorables sus afirmaciones de que, dada su popularidad, él podría “disparar a cualquiera en la Quinta Avenida” sin que nada le pasara porque era una estrella. Por eso es inexcusable analizar la responsabilidad del Partido Republicano en esta historia, y de los grandes partidos políticos en general en las democracias occidentales, dedicados a fortalecer sus cúpulas dirigentes a base de promover corruptelas clientelares y perseguir a los disidentes.

A finales de 2016 escuché a un político respetable y de intachable trayectoria como Jim Baker, jefe de Gabinete de Reagan y secretario de Estado con George Bush padre, la aversión e incredulidad que le produjeron las aspiraciones de Trump a la candidatura presidencial. Preguntado entonces por a quién había votado en noviembre de ese año, dada su inequívoca posición al respecto, confesó que lo hizo por Donald Trump, ya que sentía el deber moral de apoyar al líder de su partido. Hace solo unas semanas, en conversación con varios antiguos altos dignatarios del mismo me expresaron su convicción de que Trump reconocería la victoria de Biden, haría una transición ordenada y abandonaría la Casa Blanca voluntariamente y con dignidad. Nada de eso ha sucedido como predecían. Y pese a los graves sucesos del jueves pasado sigue siendo presidente de su país, es comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, posee el poder exclusivo de apretar el famoso botón nuclear y los militares tienen la obligación de obedecer sus órdenes si no quieren ser ellos mismos acusados de insurrección.

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Victor Palacios
Editor web de El Tiempo y La Hora. Periodista y fundador del equipo digital del diario El Tiempo. Comunicador con experiencia en Marketing Digital, Data Analyst, SEO, Web Design, Email Marketing e Ecommerce.
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