Texto y fotos: Teresa Juárez N.

Ella no sólo quiere rescatar un tejido ancestral que es consciente se está perdiendo, sino que además está tratando de traer la memoria histórica de una cultura de la cual sólo se tiene registro oral y que está evidenciada en los petroglifos de su comunidad Yanchalá, en la provincia de Ayabaca.

Ella es Fedima Chinchay Lado, presidente de la Asociación “Madres Artesanas Tejedoras de Yanchalá”, una de las 26 ganadoras a nivel nacional cuya propuesta es crear una colección inédita sobre artesanía y arte tradicional que quedará como legado por el Bicentenario por la Independencia del Perú.

Fedima Chinchay, a quien fuimos a visitar hasta su casa, en la Comunidad de Yanchalá, a dos horas en vehículo desde la ciudad de Ayabaca, nos cuenta que no estaba muy animada de postular, pues sólo se iba a seleccionar a un ganador por región, lo cual veía un poco difícil de ganar.

“Acá no sabemos mucho de la tecnología, no tenemos un celular apropiado; les informé del concurso a las asociadas, pero como que no se animaron, entonces dije, voy hacerlo a ver cómo me sale, acudí a una sobrina y ella me ayudó hacer el proyecto, diseñar la obra”. Confiesa que a pesar de que también dudaba un poco, al final envió su trabajo, pues se dijo: “la esperanza es lo último que se pierde”.

Ahora, nos dice, se siente muy contenta y orgullosa de integrar la lista de los 26 artesanos del Bicentenario que crearan esta colección inédita.

Ahora, ella se prepara para estar a la altura de esa colección, y también sus asociadas, quienes se sienten orgullosas de que este arte, el tejido en telar de cintura que también se conoce como cungalpo y que aprendieron desde niñas en una transmisión de generación en generación, formará parte de esa colección por el Bicentenario, gracias al concurso convocado por el Proyecto Especial Bicentenario del Ministerio de Cultura.

Arte de ancestros

Acompañada de seis de las diez integrantes de su asociación, Fedima Chinchay nos cuenta que ella empezó a tejer desde los 10 años, elaborando prendas pequeñas. Sin embargo, a los 22 años cuando se acompañó, y siguiendo la tradición de tejer el poncho y la alforja para el esposo, es que empezó a tejer nuevamente, hasta la actualidad.

“Yo empecé a tejer cungalpo desde la edad de diez años, con la enseñanza de mi mamá, de mi abuelita, empecé haciendo prendas para uso personal, pero a los 22 años que ya estaba acompañada, empecé haciendo el poncho para mi esposo, y así más prendas para la venta, como jergas, frazadas, mantas. En la actualidad estamos haciendo tejidos con algodón natural y teñidos con tintes naturales de la zona; a mí me gusta mucho este arte, es un arte tradicional, un arte de nuestros ancestros y por eso tratamos de rescatar en nuestras comunidades, y por qué no decir en nuestra región Piura”, nos dice Fedima

La tejedora señaló que es consciente que este arte corre el peligro de extinguirse, pues ya no hay mucho interés en las nuevas generaciones.

“Antes sólo nos daban quinto de Secundaria y no hemos aprendido otra carrera, nos hemos dedicado a este arte, y agradecemos a nuestras madres y abuelas que nos han inculcado estos conocimientos y ahora nosotros como madres tenemos la obligación de enseñar para que este arte no se pierda”, remarca.

¿Cómo se teje?

El proceso de elaboración del cungalpo se inicia con el urdido de la prenda, proceso en el que se dispone el hilo para el tejido con la ayuda de cinco estacas o barras, seguidamente se coloca el urdido en los cungalpos (palos) con ayuda de amarres para empezar a tejer la prenda y con otros elementos esenciales en este proceso como la caiwua, el pate, la hillawua, el tumbe, la margana, la waparina y la cuma o trama del telar que usualmente lleva el mismo hilo del tejido.

Según Fedima Chinchay, detrás de cada prenda hay todo un proceso, porque hay que teñir, urdir, amarrar y volver a teñir con nueva tinta para que arme los cuadritos y quede diseñado en cuadro con los colores solicitados.

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