Estamos acostumbrados a ver que el funcionario público lleva a sus hijos al colegio en el vehículo del Estado que le asignaron para que realice labores inherentes a su función.
Tampoco nos escandaliza que cualquier autoridad use los bienes del Estado para apoyar candidaturas políticas de sus allegados. Ha pasado en la última campaña electoral, pasa ahora cuando funcionarios que eran precandidatos en un momento tenían puesto el chaleco de la institución y en el siguiente, el de su grupo político.
Poco a poco la corrupción se ha ido metiendo en nuestra forma de vida que parece normal y hasta justificable que cada autoridad haga lo que quiera. “El presidente tiene que llegar con seguridad a su casa y está bien que se construya un lugar para aterrizar”. “Ese no es helipuerto, es un terraplén”. “¿Qué de malo tiene que se construya un helipuerto en Chota?”, dicen quienes ven normal que recursos públicos se usen para beneficio de una persona o de un grupo.
Los ciudadanos no podemos quedarnos mirando cómo se dilapidan los recursos de todos. No importa si el monto es pequeño o grande. Nos hemos acostumbrado a dejar pasar las cosas con el pretexto de que es “poquito” lo que se están robando o mal gastado. Nos parece normal y hasta justificable. Eso demuestra que como sociedad también estamos fallando.
El caso del helipuerto del presidente de la República es apenas una muestra de lo que sucede en el país. Los alcaldes llenan sus instituciones con amigos, compadres, convivientes y familiares y a nosotros nos parece normal. No entendemos que cada centavo que se malgasta nos pertenece y debe estará destinado a mejorar la calidad de vida de cada uno.
Hasta ahora, el presidente de la República no ha explicado de dónde salió el dinero para acondicionar el terreno. La cantidad invertida puede ser mucha o poca, pública o privada, pero debe conocerse por el bien del propio mandatario.
Dejar a que la población especule sobre el uso de los recursos públicos no le hace bien a la figura presidencial, ni al país.
El presidente Castillo olvida que está llamado a ser el ejemplo de transparencia porque se le prefirió, precisamente, por levantar las banderas anticorrupción, por ser la esperanza de una buena parte del país olvidada por los gobiernos anteriores.
La ciudadanía está en el derecho de pedir cuentas de cada centavo del dinero público. Todas las autoridades están en la obligación de rendir cuentas porque la región, la provincia, el distrito o la nación no son de su propiedad. Los bienes públicos se cuidan más que los propios.
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