Por: Fabián Bruno Remigio
Sus palabras se tornan cadenciosas cuando nos habla de arte, que lo ha asumido como una forma de vida. Y por momentos, esas mismas palabras reclaman y dicen lo que muchos callan por mantener un estatus logrado. Un artista a carta cabal.
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– El trabajo que vemos en tu taller es bastante perfeccionado. ¿Es generacional?
El arte que nosotros practicamos es por tradición familiar. Por parte de mi padre, José Félix Aquino, escultor de la escuela colonial, que se encargaba de hacer las imágenes. De mis abuelos aprendimos el tallado con los bastones ceremoniales, el mate burilado, el tejido de sombreros.
Por parte de mi madre había expertos joyeros, filigranistas, plateros. Mi madre, María Margarita, también artesana, se encargaba de vestir las imágenes. Conformábamos un núcleo de 10 integrantes. Los jefes de taller eran mis padres. Nosotros somos ocho hermanos. Todos nos dedicamos al arte, pero en diferentes especialidades: pintura, escultura, grabado, dibujo. La mayoría de nosotros somos profesionales, nos dedicamos al magisterio, somos profesores. Yo soy profesor del emblemático San Miguel, llevo trabajando más de 30 años y he obtenido lauros a nivel nacional y mis alumnos me han superado. Me siento satisfecho que con esta técnica que he practicado, poco conocida en la región, estoy dejando escuela para las nuevas generaciones, para que Catacaos se siga manteniendo en ese ritmo como capital artesanal de la región.
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– ¿Se puede decir que en Piura tenemos un escultor que ya ha logrado un aliento propio?
Usted ve un estilo propio, por más que tratan de copiar no es igual, porque es un estilo que yo ya lo he definido. Gracias al apoyo de instituciones o personas como es la Alianza Francesa, la Universidad de Piura, la señora Consuelo Salas. Ella llevó mi trabajo a México. He recibido el reconocimiento de tres estados de México; también de la Universidad de Barcelona. Tengo muchos premios que me llenan de satisfacción. Esto es por el aliento de mi padre que nos motivaba desde muy pequeños. Yo trabajo desde los 5 años. Tengo más de 60 años, me dedico al arte: tengo más de 40 años de labor artística.
– Mencionas que trabajas en el colegio San Miguel de Piura, ¿cómo te ha tratado el magisterio en toda tu carrera?
El Ministerio de Educación es una institución que no vela por el arte y la cultura. Es una gran decepción que el Perú, que es conocido a nivel del mundo por la cultura, no invierta nada en ella. Cuando se presentan los trabajos lo primero que sale es arte. ¿Cuánto se ha invertido? Nada.
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– ¿Esto también perjudica a los docentes artistas que no son valorados en el Perú?
Si estuviese en México o en otros países fuese millonario. Tuviera solvencia económica. Estamos en el Perú, en Catacaos. Es una gran decepción que el Estado peruano no invierta en arte, no tengamos textos escolares, capacitación, ni especialistas. Incluso los que hacen los exámenes para los profesores de arte son arquitectos, ellos no tienen conocimiento de pedagogía.
– En otro país fácilmente podrías ser un profesor honorífico y pasearte por distintos lugares, situación que no pasa acá.
Tuve una oportunidad para viajar a Cuba. Yo busqué la bolsa de viaje, bien animoso, lamentablemente nadie me apoyó ni con diez céntimos para ir. Un poco desconcertado contesté que no podía, que sería para otra fecha. Ellos me dijeron: “Oscar, tú venías a enseñar tus técnicas, a un intercambio cultural. Es una decepción que tus propios compatriotas no te apoyen.
Nosotros apreciamos el arte que tú produces porque está nivel del mundo”. Tengo piezas que están en Japón, Nueva York, Italia, en varios museos. Gracias a la Universidad Nacional, la Universidad de Piura, la Alianza Francesa mi trabajo se ha hecho conocido en el mundo entero. Todo esto me motiva a seguir adelante. Sé que poco apoyo recibo, pero persisto.
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– ¿Has asumido el arte como una forma de vida?
Como se dice: no se gana, pero se goza. Y yo gozo haciendo arte para el Perú y el mundo. Me llena de complacencia que el transformar la madera en obras de arte me ha hecho merecedor a muchos elogios que, a mí, a veces, me causa mucho qué pensar. La gente del extranjero valora el arte peruano, lo valora tanto.
Recuerdo que llegó una amiga de New York, una gringa, hablando inglés. Yo soy malo en inglés: yo estudié en la nocturna y allí no se enseñaba. Solamente escuchaba que decía: ¡Oh, beautiful! Abrazaba la escultura como si fuera una criatura. La abrazaba y la acariciaba. Le pregunté qué le pasaba y me respondió: “Maestro su escultura me ha llegado al alma”. Tú sabes que en Nueva York todo es rascacielos, concreto armado, el arte le había tocado.
– ¿De toda tu amplia obra, cuál es la escultura que mayores elogios te ha traído?
El piuranito. Pero también, El alférez, El depositario, A la salud del pueblo, El campesino, La madre, El Señor Cautivo…
– Tus esculturas nacen de la temática popular, pero son trabajadas con técnica moderna
Por más arte moderno que hago no me desligo de mi identidad. Aquella que en el mundo globalizado se está diluyendo con el tiempo.
