La delincuencia en la región ha llegado a un nivel de espanto. Y no solo es el arrebato violento de las pertenencias de los transeúntes en las calles o el asesinato alevoso por un celular.
Hoy nadie se siente seguro ni siquiera en sus propias casas y menos aquellos pequeños emprendedores que conforme abren las puertas de un pequeño emprendimiento, les caen los extorsionadores como aves rapaces.
La codicia y maldad de estos forajidos es sorprendente pues exigen miles de soles -bajo la amenaza o intimidación-, a personas que con las justas ganan para mantener el negocio. Esta modalidad delictiva se está extendiendo incluso a los propietarios de vehículos a quienes aterrorizan con llamadas extorsivas y la colocación de balas o explosivos en la puerta de las casas, cuando no, recurren a los extremos de lanzar ráfagas de balas sobre la casa de la víctima.
Muchas de estas extorsiones se planifican y salen de los penales; la conforman bandas organizadas con nexos en el exterior y a pesar de las cientos de víctimas –algunas pagan por temor-, no hay forma hasta ahora de acabar con ellos, por el contrario, se extiende más y se impone incluso en los mercados y sobre humildes familias.
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