Parece que Pedro Castillo está adquiriendo más confianza, y se vuelve más osado; pues no solo adquiere poder sino que está organizando a las instituciones como la PNP, FF.AA., rondas, prefecturas y subprefecturas, así como sindicatos, bajo el ojo supervisor de Vladimir Cerrón, con un único objetivo: que respalden su gobierno, pero sobre todo que lo defiendan en caso el brazo de la justicia le sujete el cuello.
Castillo representa hoy el poder folclórico y el rencor, piensa que ser presidente le da derecho a los bienes y recursos del Estado pasando incluso por encima de la institucionalidad y la ley. El caso del Coronel Harvey Colchado es un ejemplo de autoritarismo que podría desencadenar en decisiones más radicales si se le acorrala.
Para los analistas políticos, Castillo está ocupado en tejer su propio paracaídas que lo libre de cualquier revés político y la única forma de hacerlos es buscando socios (los Niños en el Congreso), seguidores (a través de bonos, normas legales, etc.) y cómplices (ministros y financistas). De ser así, Castillo no tiene tiempo para gobernar, solo para defenderse de seis investigaciones y fortalecer sus muros defensivos.
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