La ineptitud del gobierno central y el poder de la corrupción enquistada en las instituciones estatales es de tal magnitud que el propio premier, Aníbal Torres, se dio por vencido en la compra de urea.
Sin más aspavientos tiró la toalla y reconoció que no han podido comprar este fertilizante a tiempo por lo que tendrán que recurrir al facilismo de siempre: echar mano a los bonos para los agricultores y que ellos vean en qué se gastan el dinero.
Este es solo un ejemplo, de los muchos, de cómo hoy se gobierna un país. El caso de la urea es un tema que debería prender las luces de alarma del Estado porque no es posible que hasta en tres oportunidades se haya tenido que suspender la licitación porque la Contraloría encontró indicios de malos procesos y probables actos de corrupción.
A pesar de la premura con que este fertilizante se requería para la campaña agrícola de agosto, la corrupción pudo más y se tumbó la última oportunidad para que los agricultores consigan urea. Si así actúan con una compra que estaban en el ojo público, ya podemos imaginar cómo se canibalizarán otros jugosos procesos de compras y licitación de obras.
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